Comentario
En estos 500 años muchos grupos de agricultores portadores de cerámica se expanden por las tierras bajas tropicales de América del Sur, siendo la Patagonia y el oeste de Cuba las excepciones. Santiago del Estero fue un sitio que ocupó los bancos y las riberas de un río y construyó montículos artificiales en grupos de 5 a 100 estructuras. Algunos se distribuyeron sin planificación, pero otros lo fueron en hileras irregulares a lo largo de calles. Los asentamientos de la fase Sunchituyoj están de 3 a 10 km aparte y tienen montículos circulares u ovales de 20 a 60 m de largo y 4 m de altura. El sistema de enterramiento fue secundario y colocado en urnas, donde en ocasiones la cabeza fue separada del cuerpo y colocada en una vasija diferente. Figurillas, pipas, huesos tallados, torteros y objetos de metal fueron colocados en ofrendas junto a estas urnas.
En el Bajo Amazonas, la tradición polícroma da paso a una cerámica decorada con incisión combinada con puntuación, denominada Cultura Santarem, la cual floreció en la boca del río Tapajós. La tradición Incisa y Puntuada del Amazonas parece haberse introducido por el norte y haber quebrado la tradición polícroma.
La fase Marajoara fue reemplazada sobre el Marajó por la fase Aruâ, con poblados pequeños y frecuentemente móviles, de manera que sólo unos pocos fragmentos indican su existencia.
En las Antillas Mayores el desarrollo cultural alcanzó su clímax. El número de juegos de pelota se incrementó y la calidad artística de la parafernalia asociada sugiere una gran actividad ceremonial y quizás complejidad sociopolítica. Idolos de madera, hueso y concha, tubos, espátulas para inducir al vómito, grandes zemis y una gran cantidad de amuletos se encuentran en contextos rituales. La cerámica fue decorada con amplias incisiones, frecuentemente terminando en puntuaciones y modelado.